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Ape Lake: Seis días en el paraíso remoto de la Columbia Británica
Existen aventuras que dividen la vida de un explorador en un antes y un después. La expedición a Ape Lake es, sin duda, una de ellas. Ubicado en el corazón de las montañas de la Columbia Británica, este lago glaciar representa uno de los destinos más remotos e inaccesibles que he tenido el privilegio de visitar. Solo el viaje para llegar hasta allí ya constituye toda una odisea: 10 horas en coche desde Vancouver, seguidas de una hora en hidroavión desde Nimpo Lake. El premio por este esfuerzo resulta inmenso: seis días de absoluta desconexión en un paraíso natural prácticamente inexplorado.
El camino hacia lo desconocido
La aventura comenzó en Nimpo Lake, un tranquilo enclave al oeste de Canadá que funciona como último bastión de la civilización antes de adentrarse en lo verdaderamente salvaje. Tras acampar una noche para recuperarnos del largo viaje desde Vancouver, abordamos el hidroavión que nos llevaría a nuestro destino final.
El vuelo de una hora sobre la geografía canadiense constituye un espectáculo en sí mismo. Desde el aire se suceden paisajes de ensueño: cadenas montañosas interminables, glaciares majestuosos, lagos de un azul turquesa imposible y bosques que parecen no tener fin. La sensación de dirigirse hacia un lugar donde muy pocos han estado antes resulta indescriptible.
Ape Lake: primer contacto con el paraíso
Cuando el hidroavión amerizó sobre las aguas cristalinas de Ape Lake, supe inmediatamente que estábamos en un lugar especial. Nos acompañaban en esta aventura cinco amigos intrépidos: Cristian, Mikel, Nacho, Albert y Cynthia. Juntos formábamos un equipo preparado para enfrentar los retos de este entorno remoto.
En cuanto el hidroavión despegó nuevamente, nos invadió una sensación extraña pero emocionante: estábamos completamente solos, entregados a la naturaleza salvaje durante los próximos seis días. Sin señal telefónica, sin posibilidad de rescate inmediato, sin plan B. Únicamente nosotros y la inmensidad de un paisaje que quita el aliento.
Estableciendo el campamento base
Nuestra primera misión consistió en encontrar un lugar adecuado para establecer el campamento. Recorrimos la orilla del lago buscando un sitio que cumpliera varios requisitos esenciales: superficie plana, protección natural del viento, proximidad al agua y, sobre todo, un emplazamiento que minimizara el riesgo de encuentros con la fauna local, particularmente los temidos osos grizzly.
Finalmente encontramos el lugar perfecto: una planicie protegida por una montaña que bloqueaba el viento, con vistas espectaculares al lago y acceso cercano a agua potable. El calor era intenso ese día, por lo que improvisamos un toldo utilizando los escasos árboles disponibles para crear una zona de sombra donde refugiarnos durante las horas más calurosas.
La amenaza silenciosa del grizzly
Durante nuestra primera exploración de los alrededores, nos topamos con algo que nos recordó brutalmente la naturaleza salvaje del lugar: excrementos frescos de oso grizzly. Este hallazgo nos puso inmediatamente en alerta máxima. Ape Lake se encuentra en pleno territorio de estos imponentes depredadores, y aunque avistar uno sería una experiencia increíble (a distancia segura), un encuentro cercano podría resultar mortal.
Activamos de inmediato nuestro protocolo de seguridad para zonas con presencia de osos: cocinar a una distancia mínima de 100 metros del campamento, siempre en la playa del lago; almacenar toda la comida lejos de las tiendas; y colgar los víveres a suficiente altura para que resultaran inaccesibles. Este último punto se convirtió en un desafío particular debido a la escasez de árboles altos en la zona.
Conociendo Ape Lake: datos fascinantes
Ape Lake constituye uno de los tesoros mejor guardados de la Columbia Británica. Ubicado aproximadamente a 80 kilómetros de Bella Coola, esta joya glaciar se sitúa a una altitud de 1.450 metros sobre el nivel del mar. El lago debe su nombre a su forma vista desde el aire, que algunos interpretan como la silueta de un simio.
La región circundante forma parte de las Montañas Costeras de la Columbia Británica, una de las cordilleras más espectaculares y menos exploradas de Norteamérica. El lago se alimenta principalmente del deshielo de los glaciares cercanos, incluido el impresionante Jacobsen Glacier, que planeábamos explorar en los días siguientes.
La temperatura del agua, aunque fría como cabría esperar de un lago glaciar, puede resultar sorprendentemente tolerable durante los días calurosos del verano canadiense, permitiendo incluso darse un refrescante chapuzón para los más valientes.
Ascendiendo al glaciar Flies: desafíos alpinos extremos
Despertamos con un magnífico día soleado tras una noche contemplando un espectáculo celestial de estrellas que solo puede apreciarse en lugares tan apartados de la contaminación lumínica. El time-lapse que grabamos de la Vía Láctea sobre las montañas quedó absolutamente espectacular.
Con las primeras luces del alba, trazamos nuestro ambicioso plan para el día: ascender a la cima más alta de las montañas circundantes, una expedición que requeriría cruzar un río helado, atravesar un glaciar y superar terreno técnicamente desafiante sin senderos marcados. El equipo se preparó meticulosamente, llevando desde chanclas para el cruce del río hasta crampones para la travesía por hielo.
Cruzando las aguas glaciales
El primer obstáculo significativo fue el río que desciende directamente del glaciar. Aunque no excesivamente ancho, sus aguas glaciales exhibían una temperatura que literalmente cortaba la respiración. Con chanclas y pantalones cuidadosamente remangados, avanzamos con extrema precaución entre las corrientes heladas, asegurándonos meticulosamente cada paso sobre las resbaladizas rocas del lecho.
Una vez al otro lado, nos enfrentamos a una disyuntiva táctica: ¿rodear la morrena por la izquierda, donde predominaba un terreno de rocas sueltas e inestables, o aventurarnos por la derecha con un terreno más empinado pero cubierto de nieve compacta? Tras un breve pero intenso debate, optamos por la segunda opción. La nieve, aunque empinada, ofrecería mejor tracción con los crampones que el traicionero terreno rocoso.
Desafíos técnicos en la ascensión
Sin un sendero establecido, fuimos creando nuestra propia ruta, marcándola cuidadosamente en el GPS para asegurar un regreso seguro. La pendiente se incrementó progresivamente hasta llegar al punto donde la nieve dominaba completamente el paisaje. Había llegado el momento crítico de equiparnos con los crampones.
El tramo nevado resultó ser significativamente más empinado de lo que habíamos anticipado desde abajo. La adrenalina corría por nuestras venas mientras avanzábamos paso a paso, clavando firmemente los crampones en la nieve compacta. Sin piolets ni cuerdas de seguridad, la técnica depurada y la concentración absoluta se convertían en nuestros únicos aliados para la supervivencia.
Tras superar este tramo exigente y técnicamente peligroso, continuamos por un terreno rocoso hasta finalmente alcanzar la cima, situada a unos 2.000 metros de altitud. Cuatro horas y cuarto de ascensión desafiante que se vieron magníficamente recompensadas con unas vistas que literalmente cortaban la respiración.
En la cima del mundo: vistas que transforman el alma
Desde la cumbre, el panorama resulta absolutamente sobrecogedor. A nuestros pies se desplegaba un paisaje que parecía extraído de un documental sobre los polos: el imponente Fly Glacier descendiendo majestuosamente por un lado y el colosal Ape Glacier por el otro, dirigiéndose directamente hacia nuestro lago base. Estábamos literalmente rodeados de glaciares milenarios en todas direcciones.
Mientras disfrutábamos de nuestro merecido almuerzo en este mirador privilegiado, no podía evitar reflexionar profundamente sobre nuestro aislamiento total. Si por alguna razón imprevista el hidroavión no pudiera venir a recogernos al final de nuestra estadía, la única vía de escape posible sería una caminata de supervivencia de cuatro días siguiendo el valle hasta la carretera más cercana. Es en momentos así cuando uno realmente comprende lo que significa estar en un lugar verdaderamente remoto.
El descenso: decisiones que pueden salvar vidas
Tras reponer fuerzas y absorber las vistas inolvidables, llegó el momento crítico de planear el descenso. La ruta por la que habíamos ascendido presentaba pendientes demasiado pronunciadas para bajarlas con seguridad sin el equipo alpino adecuado. Tomamos entonces una decisión táctica: dividirnos estratégicamente.
Cristian y Cynthia, equipados con crampones de mejor calidad y mayor experiencia técnica en nieve, descenderían por la ruta original, mientras el resto buscaríamos un itinerario alternativo con menos exposición a terreno nevado. Les proporcionamos un walkie-talkie para mantener comunicación constante en caso de emergencia, y nos separamos con un punto de encuentro establecido. Una parte especialmente delicada y peligrosa del descenso nos llevó a caminar literalmente sobre el borde de un glaciar activo. Sin ir encordados ni llevar el equipo completo de seguridad glaciar, nos mantuvimos meticulosamente pegados a las rocas del margen, evitando religiosamente adentrarnos en zonas donde pudieran ocultarse grietas mortales.
Avistamos algunas grietas impresionantes y pequeños lagos glaciares formados por el deshielo, de un azul turquesa absolutamente hipnótico. Aunque la tentación de acercarse para fotografiarlos era casi irresistible, la prudencia y el instinto de supervivencia nos mantuvieron a una distancia respetuosamente segura.
El regreso triunfal al campamento
Después de superar exitosamente la sección más técnica y peligrosa del descenso, y tras reunirnos nuevamente con Cristian y Cynthia (que habían llegado sin incidentes por su ruta), emprendimos el tramo final hacia el campamento.
Llegamos completamente exhaustos a las 8:30 de la tarde, tras unas nueve horas intensas de actividad alpina extrema. Con los últimos rayos dorados del sol pintando el cielo de tonos rojizos y naranjas espectaculares, celebramos nuestra aventura épica sumergiendo los pies doloridos en las aguas heladas del lago y brindando con unas cervezas más que merecidas.
Un día de relax relativo: explorando el glaciar Flies
El cansancio acumulado del día anterior nos motivó a planificar una jornada aparentemente más tranquila. Tras las rutinas matutinas —que incluían el ritual de guardar meticulosamente la comida en la cuerda suspendida para protegerla de los osos— decidimos explorar el lago que se encuentra a los pies del glaciar Flies, un recorrido que en teoría parecía más llano y menos técnicamente exigente.
El calor era intenso, algo paradójico estando literalmente rodeados de hielo milenario. Para mantenernos frescos y evitar el terreno accidentado, optamos inteligentemente por seguir el curso del río que desciende directamente del glaciar. El agua, aunque fría, resultaba increíblemente refrescante en un día tan caluroso.
Un baño glaciar absolutamente inolvidable
La recompensa al final de nuestra caminata fue descubrir una pequeña piscina natural formada por el deshielo del glaciar. A pesar de su origen glaciar, el sol ardiente había calentado lo suficiente el agua como para que nos animáramos a sumergirnos completamente en ella. El contraste dramático entre el calor ambiental y la frescura vigorizante del agua, con el impresionante telón de fondo del glaciar milenario, creó uno de esos momentos absolutamente perfectos que quedan grabados para siempre en la memoria.
Expedición al Glaciar Jacobsen: Explorando lo Completamente Inexplorado
Después de varios días acampando en las orillas del remoto Ape Lake y habiendo explorado exitosamente el glaciar Flyes, nos preparábamos para el desafío más ambicioso y peligroso de toda la expedición: una ruta completamente nueva hacia el majestuoso Glaciar Jacobsen, un territorio que muy pocos seres humanos han pisado jamás.
Planeando una aventura hacia lo desconocido
Nacho y yo nos levantamos antes del amanecer, absolutamente determinados a aventurarnos donde muy pocos se habían atrevido antes. Mientras el resto del grupo permanecería seguro en el campamento base, nosotros dos nos embarcaríamos en lo que estimábamos conservadoramente sería una caminata de aproximadamente 12 horas para llegar al glaciar Jacobsen y regresar vivos.
La única ruta documentada para acceder al glaciar implicaba subir por una morrena empinada y técnicamente peligrosa, ascender unos 300 metros de desnivel positivo y luego descender nuevamente, lo que según las guías especializadas requería normalmente dos días completos con acampada intermedia. Nuestro plan era considerablemente más ambicioso y arriesgado: intentar completar el recorrido completo en una sola jornada épica, explorando una ruta alternativa completamente virgen que bordeara el lago y siguiera el curso del río, basándonos únicamente en imágenes satelitales que sugerían un posible paso menos dificultoso.
Nos equipamos meticulosamente con un teléfono satelital para emergencias genuinas, walkie-talkies con alcance de 50 kilómetros para comunicarnos regularmente con el campamento base, y suficientes provisiones para sobrevivir una noche imprevista en la montaña. Salimos a las 9:30 de la mañana, estableciendo como límite absoluto las 3:30 de la tarde para iniciar el regreso, asegurándonos así de llegar con luz suficiente al campamento.
Atravesando territorio completamente virgen
Las dos primeras horas transcurrieron bordeando meticulosamente Ape Lake, cambiándonos las botas múltiples veces para cruzar ríos helados y algunas secciones poco profundas del lago. Lo verdaderamente desafiante y potencialmente peligroso comenzó cuando dejamos definitivamente atrás las orillas familiares del lago y nos adentramos en territorio completamente inexplorado por el ser humano.
El denso bosque de coníferas, típico del interior salvaje de la Columbia Británica, resultó ser un auténtico laberinto natural. A la dificultad extrema de avanzar entre arbustos enmarañados y vegetación casi impenetrable se sumó una nube diabólica de mosquitos implacables que nos acosaron sin tregua ni misericordia. Cada paso requería atención completa, no solo por la vegetación hostil, sino también por la constante posibilidad de encontrarnos cara a cara con osos en esta región completamente remota.
"¡Me declaro oficialmente mosquito-fóbico!" - exclamó Nacho mientras intentaba desesperadamente protegerse del enjambre infernal de insectos que nos rodeaba completamente.
Tras aproximadamente una hora y media de lucha épica contra la naturaleza salvaje en su estado más puro, finalmente emergimos del bosque para encontrarnos con terreno rocoso, un alivio momentáneo pero significativo en nuestro camino hacia el glaciar. Sin embargo, el desafío estaba muy lejos de terminar, pues nos esperaban dos morrenas glaciares por conquistar, no solo una como habíamos estimado optimistamente en nuestros cálculos iniciales.
La llegada épica al Jacobsen Glacier
Después de cinco horas intensas de esfuerzo físico y mental constante, una hora menos de lo previsto en nuestros cálculos más optimistas, alcanzamos finalmente nuestro objetivo casi mítico: el impresionante Glaciar Jacobsen se extendía ante nosotros en toda su magnificencia prehistórica. La sensación de ser posiblemente los únicos seres humanos contemplando este espectáculo natural en ese momento preciso resultaba absolutamente sobrecogedora y casi espiritual.
Según nos había informado detalladamente el piloto que nos transportó a Ape Lake, él solo llevaba tres grupos de aventureros al año hasta esa zona remota, y de esos pocos valientes, prácticamente ninguno se aventuraba hasta el punto exacto donde nos encontrábamos en ese momento.
Momento de descanso y reflexión profunda
Tras alcanzar nuestra meta casi imposible, nos tomamos un merecido descanso para recuperar energías, disfrutar de un almuerzo con vistas absolutamente incomparables y realizar nuestro primer "safety check" programado con el campamento base a través del walkie-talkie. Este sistema de comunicación cada dos horas nos permitía mantener informados a nuestros compañeros sobre nuestra posición exacta y estado físico.
A las 4 de la tarde en punto, con genuino pesar pero plenamente conscientes de la necesidad imperiosa de regresar antes del anochecer, iniciamos nuestro camino de vuelta hacia el campamento. Decidimos probar una ruta completamente diferente, intentando desesperadamente evitar el infierno de mosquitos y vegetación densa que habíamos experimentado traumáticamente en la ida, optando por cruzar por la parte superior más expuesta de la montaña.
El desafío extremo del regreso
Nuestro regreso por la ruta alternativa presentó desafíos inesperados. El más memorable fue cruzar un río glaciar caudaloso de aguas heladas y profundidad incierta que puso a prueba nuestra determinación. "¡Está jodidamente fría!" exclamó Nacho al sentir el agua glacial.
Con pantalones remangados y extrema precaución para proteger el equipo vital, especialmente cámara y teléfono satelital, cruzamos meticulosamente este obstáculo natural.
A las 6 PM realizamos nuestro segundo safety check con el campamento base, informando que regresaríamos por la parte superior técnica de la montaña, lo que nos llevaría más tiempo, estimando llegada a las 10 PM. Tras alcanzar el paso crítico, fuimos recompensados con vistas panorámicas hermosas e impresionantes. Desde ese punto pudimos seguir un track GPS compartido por otro aventurero en internet, facilitando la etapa final hacia la seguridad.
El regreso triunfal al campamento base
Una de las partes más técnicamente desafiantes y genuinamente peligrosas de nuestro regreso épico fue el descenso por la morrena glaciar inestable. Estas formaciones geológicas, compuestas por rocas sueltas y sedimentos depositados caóticamente por el hielo en movimiento durante milenios, son notoriamente inestables y mortalmente peligrosas de transitar sin equipo especializado.
Cada paso individual requería evaluación completa y concentración total antes de confiar nuestro peso corporal, ya que una roca suelta podría desencadenar una caída potencialmente mortal o provocar un deslizamiento de rocas.
Tras exactamente 12 horas y 45 minutos de aventura épica e intensa, finalmente regresamos al campamento base, completamente agotados físicamente pero absolutamente eufóricos por lo que habíamos logrado conseguir. No solo habíamos alcanzado el impresionante Glaciar Jacobsen en un solo día épico, sino que habíamos descubierto y trazado meticulosamente una ruta completamente nueva que no aparecía en ningún mapa topográfico existente.
La despedida emotiva de Ape Lake
A la mañana siguiente, nos despedimos con genuina nostalgia de este paraíso remoto cuando el hidroavión llegó puntualmente para recogernos, curiosamente 15 minutos antes de lo acordado originalmente, lo que nos obligó a apresurarnos considerablemente en los últimos preparativos de equipaje. Con cierta melancolía pero completamente repletos de historias épicas y experiencias absolutamente inolvidables, dejamos definitivamente atrás Ape Lake y las majestuosas montañas que rodean esta región cerca del Parque Provincial Tweedsmuir.
Esta expedición extraordinaria nos recordó vívidamente por qué amamos apasionadamente la aventura extrema: por la oportunidad única de desafiar nuestros límites físicos y mentales, de descubrir lugares de belleza absolutamente indescriptible y de conectar profundamente con la naturaleza en su estado más puro y salvaje. Pero también nos recordó la importancia crítica de la preparación meticulosa, la seguridad rigurosa y el respeto absoluto por estos entornos frágiles y preciosos.
Consejos para Futuros Aventureros
Si estás considerando seguir nuestros pasos hacia Ape Lake y el Glaciar Jacobsen, aquí hay algunos consejos esenciales:
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Planificación meticulosa: La remota ubicación requiere planificación detallada. Contacta con operadores de hidroaviones con anticipación, ya que sólo hay uno que ofrece servicio a esta área.
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Equipo adecuado: Además del equipo básico de campamento y senderismo, asegúrate de llevar:
- Teléfono satelital para emergencias
- Repelente de mosquitos de alta calidad
- Spray contra osos y conocimiento sobre cómo actuar en encuentros con fauna salvaje
- Capas adicionales de ropa (las temperaturas pueden descender drásticamente)
- Calzado impermeable y botas de vadeo ligeras para los múltiples cruces de ríos
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Preparación física: Las rutas son extremadamente exigentes, con terreno inestable y pendientes pronunciadas. Una buena condición física es imprescindible.
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Respeto por la naturaleza: Practica siempre el principio de "no dejar rastro" para preservar la belleza prístina del área para futuras generaciones.
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Ventana temporal: La mejor época para visitar es entre julio y principios de septiembre, cuando hay menos nieve y las condiciones meteorológicas son más estables.
Reflexión Final
Nuestra expedición a Ape Lake y al Glaciar Jacobsen representó mucho más que una simple aventura en la naturaleza. Fue un recordatorio de la inmensidad y belleza salvaje que aún existe en nuestro planeta, de los límites que podemos superar cuando nos desafiamos a nosotros mismos, y de la responsabilidad que tenemos de proteger estos tesoros naturales.
En un mundo cada vez más conectado y accesible, estos rincones remotos adquieren un valor incalculable, no solo por su belleza paisajística sino por representar algunos de los últimos bastiones de verdadera vida salvaje en nuestro planeta. Visitarlos es un privilegio que conlleva la responsabilidad de preservarlos y respetarlos.
Mientras sobrevolábamos la región en nuestro viaje de regreso, con las vistas panorámicas de glaciares, lagos alpinos y montañas infinitas, no podía evitar sentir una profunda gratitud por haber tenido la oportunidad de experimentar este rincón prístino de la Tierra. Y una esperanza: que permanezca así, salvaje y majestuoso, para las generaciones venideras.